“Lo siento, mi religión no me permite comer cerdo”, “el médico me prohibió comer pollo”, “no por favor, los mariscos pueden matarme”, “soy intolerante a la lactosa”, y por supuesto el que siempre digo yo; “no, por favor, soy vegetariano”, son algunos de los comentarios frecuentes en estas reuniones y que ponen en reales aprietos a los anfitriones para complacer a sus invitados o asistentes.
Un amigo me comentó una vez que la comida más diplomática que existe es la vegana, ya que no ofende a ninguna creencia, y por ello debería ser el común denominador en los eventos. Y estoy completamente de acuerdo con él. Más allá de nuestra posición por los derechos animales, por la contribución ambiental, la solidaridad con los desfavorecidos o la salud, habría que añadirle la paz.
Hoy veo asombrado que en los manuales de organización de eventos, en artículos y notas no se haga referencia a qué ofrecer como alimento en estos programas y lo más insólito, es que sigan diciendo que es un verdadero dolor de cabeza elegir las comidas, cuando la solución está a la vista.
Seleccionar el menú para recepciones, fiestas, conferencias, congresos y pequeñas reuniones dejarían de ser una complicación con sólo echarle un ojo a las recetas veganas.
Les comento esta simpática experiencia que ocurrió hace unos años en el aeropuerto de Maiquetía.
Al llegar a la confirmación del vuelo Caracas-Maracaibo se me advirtió que el avión llegaría con bastante retraso, pero como andaba cómodo en mi cronograma accedí a esperar (después me arrepentí). Fueron 8 larguísimas horas esperando frente a la puerta de embarque y por supuesto, todos los pasajeros sentimos un hambre atroz durante la espera. La aerolínea (que no voy a decir cuál es por respeto a ellos) ofreció unos sándwiches para apaciguar un poco la desesperante espera, y ahhhh sorpresa, eran sándwiches de Jamón y queso.
Negándome cordialmente a ese “alimento” le digo a la simpática moza que nos servía, que soy vegetariano y que realmente tengo hambre, pero que no puedo comer eso que me da. Ella volteó alrededor y se encontró con una no grata eventualidad; tres vegetarianos, dos no comían jamón por razones religiosas y una señora de avanzada edad que no podía comer cerdo por indicaciones médicas.
La señorita intentó por todos los medios de solucionarnos el problema, pero no había nada vegano, y a la hora que estaban sirviendo no había ningún restaurante abierto. En pocas palabras, no hubo solución.
Recuerdo que Ilan Chester ilustró que una vez fue invitado a un programa de tv y en el mismo había un chef que estaba preparando un lechón y al final de la transmisión le pedían que comiese “la exquisitez”, y el artista fiel a sus principios se negó rotundamente a hacerlo.
Creo que debo repasar un poco la historia o indagar un poco más en lo que se servía en los incontables banquetes en los que se homenajeaba a personalidades como George Bernard Shaw, Albert Einstein, Tomas Alba Edison, entre tantos otros vegetarianos, no con la intención de igualarme a tan importantes personalidades de nuestro pasado contemporáneo, sino para conocer y aprender de sus experiencias para ser complacido por quienes están en la obligación de prestarte un servicio de alimentación en un determinado momento.
A veces las soluciones son tan evidentes, pero nos encanta complicarnos.
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