El vegetarianismo tiene sus refugios en
Burgos • Cardamomo, Gaia y Masala
son 3 referentes para los que no comen carne
                                                                                                                                      Guillermo Rivas ;D. G. Simal / Burgos
                                                 Burgos es tierra de morcilla, lechazo, queso fresco y sopa  castellana, pero incluso en este paraje existe un hueco para aquellos  que han decidido desterrar la carne de su dieta. La tendencia  vegetariana se extiende cada vez más por el mundo, aunque sea tan solo  como complemento a la gastronomía. Junto a los socorridos restaurantes  italianos, chinos,  mexicanos, pizzerías hamburgueserías,  y locales de  kebabs, cada vez se lleva más lo de ‘esta noche cenamos en el  vegetariano’.
La capital burgalese ofrece, aunque no demasiadas, sí  varias opciones para los seguidores o simpatizantes del vegetarianismo.  Los restaurantes Gaia, Cardamomo Vegetariano y El jardín del Etna  ofrecen variados menús para satisfacer hasta los paladares más reacios a  este tipo de comida. Por otro lado, cada vez son más las tiendas de  productos biológicos como Masala Natural, que responden a las peticiones  de un público más numeroso de lo que parece.
Marisol y Miguel son  vegetarianos desde hace 23 años, y hace 17 decidieron abrir el  restaurante Gaia «para demostrar a la gente que se puede comer sin  necesidad del sufrimiento de un animal», explican.
Ubicado en Fernán  González, su especialidad es la cocina internacional vegetariana.  Cuentan con un arsenal de más de 400 recetas que van mezlando para hacer  un menú diferente todos los días. Sus platos son muchas veces fruto de  sus viajes, ya que suelen cerrar el establecimiento dos veces al año  para salir fuera de España. Asia es uno de sus destinos favoritos, donde  aseguran es muy fácil hacer cursos de cocina y enfocarlos a la comida  vegetariana, ya que siempre hay muchas verduras en sus platos.
Su  restaurante es vegano, esto es, cualquier producto de origen animal como  huevos y leche queda descartado, pero no les supone ningún problema.  «Nuestro cerebro está condicionado a ello, cuando leemos una receta  automáticamente la adaptamos», explica Marisol mientras prepara un  tiramisú ‘falso’, ya que este postre contiene todo lo que no pueden  echar: huevos, queso mascarpone... ni siquiera el café es café, sino  cereales tostados. «Es un trabajo casi de laboratorio. Buscas cómo hacer  una receta para que quede con la misma cremosidad y textura, hasta que  das con ello, a la primera evidentemente no», cuenta. En la cocina  vegetariana no existe el ‘a la plancha y listo’ o ‘abre una lata y a  comer’.
«No hay comunidad vegetariana en Burgos, no tenemos un día a  la semana en que nos reunimos», comenta Marisol, que asegura que el 90%  de su clientela es gente a la que simplemente le gusta la comida que  hacen. «La mentalidad de este país es que si eres vegetariano comes  lechuga y alubias verdes hervidas, entonces cuando haces un trabajo muy  preparado con buena presentacion y un sabor intenso, la gente se  sorprende. No renuncias al sabor por ser vegetariano. Si a mí me ponen  unas acelgas hervidas, tampoco me gustan», reconoce.
Los detractores  de esta filosofía suelen acusar carencias nutritivas a la dieta  vegetariana, lo que hace mucha gracia a Marisol. «Hay mucha gente  carnívora a la que no le gusta las verduras ni las frutas. Entonces,  ¿quién va a estar mejor alimentado, el que solo come carne o el que come  verduras?», se pregunta irónicamente.
El panorama pinta mejor al  cruzar la frontera, ya que «en Europa reservan un apartado vegetariano  en cualquier restaurante. En España te dicen ‘te pongo una ensalda’, y  encima cuando te la traen, lleva atún por encima», se queja Marisol,  quien opina que aunque la gastronomía de nuestro país es muy rica, queda  mucho por aprender sobre alimentación. «Hace años no se comía tanta  carne, ahora se asocia a un estatus adquisitivo. Si eres pobre igual no  tienes para carne, pero si eres rico comes chuletón», apostilla.
Cardamomo  Vegetariano, situado en la calle Jesús María Ordoño, abrió hace casi 6  años, siendo el segundo restaurante de esta especialidad en Burgos.  Regentado por Roberto y Susana, se diferencia de la competencia en que  está orientado a la cocina ovolactovegetariana, que permite el uso de  huevos y leche, aunque los suyos son solo de produccion biologica. «La  gran dificultad de ser vegano es la reposteria, porque tienes que  apoyarte en subproductos como la huevina o fermentos. Nosotros creemos  que se puede comer huevo y leche sin hacer sufrir a los animales porque  provienen de gallinas en libertad», explica Roberto.
«Controlamos  desde el primer  hasta el último eslabón de la cadena: hacemos la  compra, procesamos y vendemos los alimentos. No hay intermediarios»,  asegura Roberto, quien elabora una carta muy dinámica en la que nunca  falta cereales y pasta para los no iniciados, incluso siempre hay algún  plato vegano. 
El cristal de entrada al establecimiento está formado  por nombres de alimentos y es una pequeña representacion de lo que puede  comer un vegetariano en su vida normal. «Estamos hartos de oír que solo  comemos lechuga, tomate y cebolla. Una persona vegetariana, a poco que  sepa de alimentacion, sabe más que la mayoría porque lee las etiquetas y  sabe de qué están hechas las cosas. Te vas dando cuenta de que es  posible obtener los mismos beneficios sin algunas cargas que tiene la  carne, que no es mala en sí, pero la estropean en las granjas a base de  piensos», subraya.
La idea de montar el negocio surge a partir de lo  que ellos consideran un sector por cubrir. Tienen una clientela fija, la  mayoría no vegetariana, y abarcan desde jóvenes a jubilados, y desde  bodas hasta comidas de empresa. Pero queda mucho camino por recorrer.  «En Burgos te ven un poco raro. Siguen haciendo bromas del estilo ‘yo de  segundo quiero chuletón’, pero lo tenemos superado. El mundo  vegetariano está muy estereotipado y nuetro restaurante se sale de la  regla», afirman.
Masala Natural, en calle del Rey Don Pedro, es una  opción para aquellos que quieren ser totalmente dueños de su  alimentación. María y Mónica están a cargo de esta tienda de productos  biológicos, aquellos en los cuales no se utiliza ningún químico como  colorantes o hervicidas.
Empezaron haciendo comida  ecológica de todo  tipo para llevar,  pero al final han ido tirando a lo vegano «porque  mucha gente no quiere carne, huevos o lácteos, más que por filosofía,  para cuidar el cuerpo, o por intolerancias y alergias», cuentan.  María  confiesa que lleva muchos años sin comer carne -«algo de pescado sí»- y  se siente mucho mejor. «Si tú comes vegetariano, tu cuerpo mantiene mas  antioxidantes y nutrientes. Las proteínas animales se pueden obtener de  la soja y el trigo, el hierro de las algas, el calcio de la almendra y  el sésamo, etc. Hay alternativas para todo», asegura.
La gente quiere  pasar a ser vegetariano y no sabe cómo, por eso en el local se realizan  talleres habitualmente. «No puedes tener una tienda solo para vender,  tienes que educar a la gente», dice. «Llaman mucho la atención las  carnes vegetales -soja, tofu, seitán- porque vienen en forma de  salchicha, hamburguesa, chorizo... y entran por los ojos, pero no saben a  carne para nada», reconoce María.
Puede que las virtudes del  vegetarianismo no deslumbren tanto como para abandonar para siempre un  buen lechazo de cordero al horno, pero quizás sirvan para abrir los ojos  a todo un mundo gastronómico que se esconde más allá de la lechuga.