16 mar 2008

Rock a prueba de asados

En un país que vive de la carne, ser vegetariano es pertenecer a una minoría. Los rockeros que profesan esa costumbre proponen un mundo natural, hacen apología de la “liberación animal”, pero –aunque a algunos les suene contradictorio– no tienen ningún problema con las drogas naturales.

boom boom kid / peter, de los alamos

Imagen: nora lezano / cecilia salas

Por JULIA GONZALEZ

Ahora, acceder al mundo vegetariano es más fácil porque el plato verde y sin carne llega mediante el timbre del delivery. Si no viene en moto, sólo hay que ir a degustarlo a algún restaurante sumado a las huestes de la devoción por lo light que, dicho sea de paso, cada vez son más. La tropa está creciendo alrededor de Buenos Aires y se nota con sólo observar la cantidad de locales nuevos “no aptos para carnívoros” que se desparraman por la periferia. “No como la carne desangrada vilmente en el matadero”, cantaban Pablito Molina y Fidel Nadal en el desaparecido Lumumba, que precediera al primer Todos Tus Muertos, aunque ya habían hecho una apología del rastafarismo en Rasta Vive con TTM. “No puedo olvidar la vivisección”, cantaba Nekro en Fun People mientras recordaba los ojos de dolor de un animal que lo miraban en el colmo del suplicio para que no lo maten. Mientras, en el exterior, la bandera la lleva el Meat is Murder, manifiesto vegetariano de Morrissey, aquí el guitarrista de Los Cafres Tomás Pearson tiene algunos problemas durante las giras. Como contó Guillermo Boneto, líder de la banda, al NO hace un tiempo: “¡Tratan de conformarlo con una ensaladita y se quiere matar!”, revelaba entre risas.

Mientras los de Miranda! recorren restaurantes vegetarianos para intentar mantener su figura, Axel Báez, cantante de Santos Inocentes, es cocinero vegetariano, pero que hace “de todo”. En aras de encontrar una postura menos dogmática, Ciro Pertusi contó alguna vez a este suplemento: “No soy radical, pero me cuelgo bastante con la comida sana, en lo posible vegetariana. Ojo, si voy a comer a algún lado y no hay otra cosa, como lo que hay, porque me cabe la ofrenda. Nunca voy a desperdiciar un plato de comida, porque antaño me faltó”.

El fenómeno tiene sus años. Basta recordar los comienzos de las bandas anarco-punk en los ‘70, como Crass o los alemanes Conflict, y sus ideas de la liberación animal. O el rastafarismo que, acompasado por el reggae (algunos miembros de Alika y la Nueva Alianza, Resistencia Suburbana, Karamelo Santo o Nonpalidece, profesan o alguna vez profesaron el vegetarianismo), abogaba principalmente a la filosofía del no matarás. También en nuestro país funcionó la famosa comunidad libre de carne y drogas de los Arco Iris (primer grupo de Gustavo Santaolalla que en los ‘70 fusionaba folklore y rock, antes de darse cuenta de que ser productor lo llevaría a otros lugares), apodados como las amas de casa del rock en su afán de no alimentar el mito del rockero reventado por las drogas y el alcohol. Pero hoy, ¿qué implica no comer carne en el mundo rocker?

Boom Boom Kid (Nekro), ex Fun People, es ovo-lacto-vegetariano desde los 17 años y tal vez sea el ejemplo más fuerte de vegetarianismo activista en el rock, ya que este tema está presente en sus canciones y en su discurso. Defiende desde el escenario su decisión —que fue tomada en virtud de la liberación animal y no del cuidado del cuerpo—, producto del shock que le causó ver a un vecino matando a una gallina. Luego alguien la cocinó y comerla fue demasiado repulsivo para él. Tenía 9 años. Con esta imagen grabada en sus retinas, a finales de los ‘80, ya hablaba de vegetarianismo y en los primeros conciertos el público le gritaba de todo. No fue hasta después de sacar su primer disco con Fun People que hubo un furor por el vegetarianismo en la escena hardcore punk o, al menos, una simpatía con esta idea. “Vegetales, they’re great!”, proclamaba Nekro en la canción Vegetales de Boom Boom Kid. Hoy está enamorado de esta moda.


Peter, cantante de Los Alamos y chef vegetariano que desertó de la carne hace trece años, considera que éste es un auge heredado del gobierno de Carlos Menem, que tiene que ver con la simpatía por lo liviano y superfluo que nos dejó el innombrable secuaz: “Se puso de moda el tema de comer todo light y la gente de mayor poder adquisitivo se copa con todo lo nuevo. Creo que es lo que manda el mercado, así que el auge es un garrón. Tendrían que ser vegetarianas más personas, pero por una cuestión personal y de salud”. Patricia de She Devils —hace 20 años que dejó la carne— supone que esta tendencia al vegetarianismo es propia de la hipervaluación de la estética de estos días. “No me interesa ir a restaurantes, creo en compartir la comida. El acto de comer es muy importante para mí, ser conscientes y agradecer a la tierra que podemos comer”, cuenta y agrega que no le gusta que exista una industria tan grande alrededor de “la muerte”. Ataca a las cadenas de comidas listas para ser consumidas, pero sugiere: “Tampoco voy a criticar preguntando ‘por qué un carnívoro no cría y mata sus propios animales’ cuando yo no tengo ni una planta de lechuga en casa”. Una banda que agrupa vegetarianos es Nonpalidece, pero no por rastafarismo, o religión, sino por una cuestión personal y de salud. Fueron cayendo de a uno a las redes vegetales hace unos ocho años, cuando empezaron a viajar y a desconfiar de las virtudes de la carne que ofrecían los países vecinos, “aunque es simplemente comida, no sé si está de moda”, dice Fito Mortola, tecladista de la banda.

“El vegetariano que se droga es un pelotudo”, dice Narda Lepes —cocinera que se supo hacer su lugar en el rock y ex vegetariana— y aborda así un tema escabroso; el de la contradicción de las drogas y el cuidado del propio cuerpo que, se supone, tiene el vegetariano. “En realidad cualquier persona que se droga de más es un pelotudo, porque te hacés el que te cuidás y después te reventás el cuerpo con cosas que no son naturales. Dentro de todo la vaca es un bicho que estaba ahí para que te lo comas”, opina Narda. Por otro lado, Patricia, de She Devils, defiende el consumo de los tóxicos, pero aclara que no pretende hacer apología de las drogas. Ella no podría haber transitado el punk desde los ‘80 sin haberlas ingerido, pero explica que la dieta sana sensibiliza el organismo y reduce la capacidad de tomar demasiado alcohol. El tema es más bien personal, porque si no tiene un recreo de la realidad, no podría vivir. “Soy vegetariano, tomo litros de alcohol y consumo un montón de cosas que le hacen mal a mi cuerpo, como las gaseosas. Vos hacés con tu cuerpo lo que querés, es tuyo, así que si lo querés intoxicar o le querés dar de comer animales, todo bien”, reconoce Peter. Si bien los chicos de Nonpalidece no tienen una fuerte ideología vegetariana, como para tratar el tema en sus canciones, se reconocen a favor de la marihuana. “Eso está blanqueado y está todo bien”, dice Fito.


No sólo de lechuga vive el rockero vegetariano. Como toda elección, debe defenderse y sostenerse con fundamentos. Bajo el espíritu del Do it yourself, bandas como la de los españoles Pus promueven no sólo la liberación de los animales sino también una conciencia naturista y política. En su web (www.puspunk.es.vg) publican noticias de todo el mundo (básicamente contra de la postura de Estados Unidos frente a Irak), y también links con los libros útiles “para que no dirijan nuestra vida”, como 1984 y Rebelión en la granja, ambos de George Orwell. A Crass —banda punk y organización anarquista inglesa de los ‘70— también se la puede ubicar dentro de esta línea de pensamiento. Otra defensora activa de los derechos del animal es Chrissie Hynde, cantante de The Pretenders. Al igual que Isa Moskowitz (que popularizó el tema I Love Rock and Roll antes que Britney Spears), que tiene un programa de cocina vegana y es miembro de la asociación pro-derechos de los animales. Pero ella no abandonó el punk. Se la puede ver cocinando en un video de YouTube con una remera justamente de Crass. Los straight edge son otra vertiente un poco más estricta del vegetarianismo; su nombre lo dice: “borde recto”. Este movimiento tiene sus orígenes en el hardcore punk, y suprime todo lo que representaba el consumo que tarde o temprano se volvería un vicio, como las drogas, la carne o el sexo sin amor. Uno de los pioneros del SE fue Ray Cappo, cantante de Youth of Today y Minor Threat. Este pensamiento recorrió el mundo a sus anchas y por supuesto llegó a Sudamérica. Entre los locales seguidores de esta tendencia está Nueva Etica, banda hardcore que nació hace diez años con la intención de predicar un mensaje de liberación animal y SE. Algunos de sus integrantes (son apenas una treintena en Buenos Aires) ya tenían experiencia en grupos legendarios dentro del hardcore porteño, como Vieja Escuela, Autocontrol, Eternidad y otros bandas más actuales, como Sudarshana, Los Verdaderos y Mostomalta.

Las razones que llevan a cualquier persona a convertirse al vegetarianismo van desde la compasión por los animales hasta el simple rechazo del organismo hacia la carne. Por eso es posible que quien disfruta de un chori en la costanera no entienda tanta militancia verde y evoque el famoso “No sabés lo que te perdés”. Los vegetarianos se sienten una minoría: “Sin tener nociones claras de vegetarianismo, comencé a rechazar la ingestión de animales instintivamente”, cuenta Patricia y así fue enterándose de Crass, leyó notas de Pipo Lernoud y Miguel Grinberg, y también la revista Ecología. “Los punks me cargaban, pero ya a mediados de los ‘80, cuando comencé Sentimiento Incontrolable, conocí a unos punks que adherían a estos principios, obviamente con desprolijidad, ya que se consumían muchos tóxicos”, concluye Patricia. Es inevitable nombrar el cambio que experimentó Ricardo Mollo al convertirse al vegetarianismo. El frontman de Divididos lo vivió como una iluminación al principio de este siglo. Dio un vuelco y adelgazó 30 kilos, leyó al Buda y percibió un cambio radical que se reflejó en su música y en su voz, ayudado por el yoga y las clases de canto. Si bien La Aplanadora del Rock nunca dejó de serlo, musicalmente hizo un lugar a las canciones acústicas y folklóricas, lejos ya del prejuicio de ser un power trío. “Se abrió una puerta, y el corredor es largo y hay que caminarlo”, le decía Mollo a este diario en referencia al cambio de formato (eléctrico a acústico) que tendría presentaciones en el Gran Rex en 2003.

Ya lejos de los comienzos del vegetarianismo que inauguraron los principios filosóficos de Pitágoras, muchos asocian al vegetarianismo y el rock como una manera de estar fuera del sistema. ¿Ser vegetariano es tener actitud para diferenciarse del rebaño? Más allá de los prejuicios, o de las costumbres alimentarias argentinas, es una elección de vida. Hasta acá, parece que quienes optan por desterrar la carne de sus vidas están plenamente convencidos de hacer lo correcto. ¿Volverían al tentador mundo de la carne? “Ni en sueños”, o “No tengo razones”, fueron algunas de las respuestas. Convicción a prueba de asados.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar

Gracias por tomarse la molestia de leer esto

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